El call center tumbero: sexo, estafas, amenazas y el cuento del tío de moda de los presos
A los delincuentes no les hace falta salir a la calle y llevar un arma para delinquir. La estafa de la falsa trabajadora sexual, el falso comisario y el falso juez. “Hay que hacer plata y no me queda otra. El problema es que los cuentos se están quemando”, dijo un delincuente
El ladrón, que chatea desde el WhatsApp de uno de sus cuatro teléfonos celulares, dice que nunca más saldrá a robar con una pistola. Está preso en una cárcel del sur del país. Le dicen “Casi muerto” porque tiene una cicatriz profunda en el cuello, por un cuchillazo que casi lo desangra, un balazo que quedó alojado en el bíceps de su brazo derecho y un facazo en el estómago. Ya no quiere más riesgos. Roba sin salir de su celda.
-Hay que hacer plata y no me queda otra. El problema es que los cuentos se están quemando entonces hay que tratar de inventar uno nuevo -dice el delincuente. Habla como si fuera un guionista de una serie que busca nuevas ideas para que funcione.
La última, la que está en auge pero, como dice el rufián, “está gastada”, puede resumirse de esta manera en diez puntos:
1) Un hombre entra a una web que ofrece servicios de “escort vip”.
2) Ve la galería de fotos, con los nombres, la zona y a veces los precios.
3) Elige una. Chatea con ella. Lo que no sabe es que puede ser un perfil falso. No todos los son.
4) El delincuente, desde prisión, le habla como si fuera, por ejemplo, “Celeste, la mejor de Palermo”, le manda fotos, le dice bebé te quiero ver, y cuando el hombre se convence viene el siguiente paso.
5) Le pide la mitad del servicio, más el viaje en taxi si es que arregló ir a la casa de ese hombre, sea transferido a un CBU.
6) El hombre transfiere. Y cuando la supuesta trabajadora sexual le dice que llegó todo bien, le da una dirección.
7) Y enseguida lo bloquea. El hombre llama a ese teléfono y dice que ese número es inexistente.
8) El hombre vuelve a entrar en la página, y “Celeste” no figura más. Ahí comprende que fue estafado.
9) Al otro día recibe un Whatsapp con la foto de un policía. “Soy el comisario (fulano de tal), a cargo de delitos cibernéticos. Quería citarlo porque usted figura en una investigación porque habló con una menor secuestrada por una red de trata. También puede aparecer, ese día, un fiscal que le advierte de lo mismo.
10) Cualquier de los dos, el “comisario” o el “fiscal” le dice que hay una manera de arreglar. Le piden dinero. Puede ser hasta cincuenta mil pesos. Caso contrario le espera la cárcel o el escrache en Internet con la charla con “la menor”.
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